El camino del amor...Sólo el que ama es feliz.





Hay muchos caminos que conducen a diferentes lugares, pero el único que nos conduce al cielo se llama: JESÚS (Juan 14:6)






miércoles, 12 de noviembre de 2014

SEÑOR, VEN JUNTO A MÍ

Señor, ven junto a mí, acompáñame en estos momentos difíciles.
Ayúdame a tener paz en medio del dolor, de la tristeza, de la soledad.
Concédeme la paz cuando no puedo dormir por las noches.
No me dejes sola cuando pienso en lo que  puede ocurrir y tengo miedo, no me dejes cuando siento la angustia y el desconcierto.
Tú, Señor, experimentaste la angustia en Getsemaní y en la cruz.
Tú sabes lo difícil que resulta mantener el espíritu en paz bajo el peso del sufrimiento.
Enséñame a vivir confiadamente, segura de tu bondad.
Enséñame a comprender que ningún mal puede llegar a destruir la esperanza, la confianza, las ganas de amar, porque nada puede separarme de ti.
Enséñame a sentir, incluso en los momentos más difíciles, que todo puede ser siempre fuente de gozo, de paz, de vida plena.

viernes, 19 de septiembre de 2014

¿Me querrás mañana?


Dios me pregunta cada noche: ¿Me querrás mañana? Y al levantarme cada mañana, repite la misma pregunta: ¿Me querrás hoy? Pero es que en cada momento de mi vida y especialmente cuando dudo, o cuando aflojo, o cuando sufro especialmente la tentación, cualquier tentación, sigue preguntando:¿Me quieres?
 
Señor, quiero quererte, ahora y siempre, pero ayúdame, Señor, que no te falle, que sonría, que ayude al amigo, que cumpla tus mandamientos, que sepa ser desprendida, que sea digna seguidora tuya,  ¡Hija fiel que te quiera, que te quiera siempre!
 
Yo quiero repetirte como Pedro, Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero. No quiero fallarte, pero a veces me fallan las fuerzas, es entonces cuando tienes que ayudarme más, yo se que lo haces, pero necesito pedírtelo una y otra vez, sé la importancia de la oración, tú lo has dicho numerosas veces, pero haz que sea una oración dicha con amor y con fe; la fe sé que mueve montañas, pero a veces dudo, ayudame a vencer mi incredulidad. Gracias Señor.

martes, 5 de agosto de 2014

Mi despedida a mi hermana muerta

  Algo dentro de mí se ha roto con tu partida. Pienso en ti y no concibo que ya no estés  entre los vivos.

Te has dormido eternamente cuando en el fondo guardábamos las esperanzas de que salieras de esa dura enfermedad y sonreirías junto a los tuyos por haber vencido.

En nuestro interior aun nos costará tiempo entender que el Todopoderoso necesitaba otro ángel y te ha llamado a su lado.

Te has ido delante, para esperarnos allí, al lugar  donde todos alguna vez seremos llamados,  no juzgamos a quien te llama y más tarde o temprano  hará lo mismo con nosotros, pero ¡cómo duele esta herida mientras llega el consuelo!.

Tantos porqués  nos quedan sin respuestas. Tu risa de bondad ahora se convierte en recuerdos. Las lágrimas  salen solas sin obedecer el mandato de que cesen por no entender.

Gracias por tu ejemplo de vida, lucha y amor a los tuyos, gracias por esos dos hijos que nos dejas, gracias por la unidad familiar que has propiciado con tu hasta luego en estos instantes de tormentosa tristeza, mientras te ruego nos des fuerza y valor para entender que tu adiós no tiene regreso.

Desde hoy  vives en los corazones de quienes te queremos y al verte descender a tu tumba, los ojos se nos nublan por el llanto y solo Dios sabe  la proporción de este tormento y a la vez de la quietud por la paz y descanso eterno en el que ahora te encuentras.

Hermana querida que hoy mueres al mundo terrenal para vivir eternamente en el espiritual, solo nos queda el consuelo de que ya no sufres y que allí donde estés nos estarás esperando: Te queremos y te llevamos en el corazón.
Hasta luego.

lunes, 30 de junio de 2014

Te entrego lo que me preocupa, Señor

Tú conoces, Señor, mi tristeza de este momento.

Señor, Tú sabes que tengo problemas, grandes o pequeños, pero me preocupan, y sé que no puedo descansar bien a causa de la angustia de mi corazón.
Tengo un desaliento y me siento preocupada, porque temo no encontrar una salida en el camino de mi vida, y a veces me acuesto y me duermo con una mueca de tristeza o con una mala cara.

Por eso quiero derramar en Tu Presencia todas mis inquietudes. Porque sé que, si quiero resolverlo todo con mi mente y mis cálculos, no podré encontrar una salida y siempre estaré inquieta, nunca podré tener todo previsto, todo calculado, porque la vida siempre se nos escapa de nuestras manos. Cuando creo tener todo bajo control, salgo de un problema y aparece uno nuevo.

Y Tú conoces, Señor, mi tristeza de este momento. Tú sabes lo que me está quitando la alegría y el entusiasmo. Te lo entrego, Señor, lo dejo en Tus Divinas Manos, porque quiero descansar en Tu gozo y levantarme mañana con ganas de vivir.

Coloca en mi corazón una nueva esperanza en medio del sueño, para que mañana me levante con entusiasmo.

Dame la gracia de aceptar la nueva aventura de cada día.

Te entrego lo que no puedo ser, Señor, lo que me ha molestado, lo que me ha entristecido en el día de hoy. Tómalo, Señor, y no dejes que la tristeza penetre en mi alma. Amén.

martes, 18 de marzo de 2014

La Vida

La Vida, en sus altos y bajos, nos lleva a caminar por distintos senderos....
A veces, situaciones tan felices y agradables, que compartirlas con los demás, es nuestra mayor alegría... Sin embargo, cuando los momentos que vivimos son difíciles, ahí es cuando todo se tambalea y necesitamos de una mano amiga, de un hombro cercano, de unas palabras de aliento, de un consuelo, de una palabra oportuna que anime y nos permita salir pronto adelante...

Qué difícil es darse cuenta que tristemente muchos nos fallan, necesitamos de su ayuda y por algún motivo no están ahí, .... pero también es ahí, cuando reconocemos y vemos entre nosotros a la gente que nos quiere en realidad y valen la pena ...

Dios bendiga a quienes me han tendido una mano cuando lo he necesitado.

domingo, 16 de marzo de 2014

La cruz

La vida esta llena de pequeñas cruces, muchas veces demasiado pesadas.
En este momento de mi vida siento que no puedo mas, pues las cruces del momento pareciera que se unen en una sola y gran cruz.
Esa cruz es demasiado pesada, tanto que solo consigo a duras penas arrastrarla.

Siento la tentación de pedirle al Señor que la corte un poquito, pero al final solo me atrevo a pedirle que haga de Cirineo y me ayude con el peso.
Es verdad que eso es lo cristiana mente correcto, pero humanamente me gustaría huir del mundo, escapar donde no llegue el dolor, donde simplemente pase la vida sin mas.
¿Cobardía? Puede ser. Pero que alguien me diga como hacer para no sentir esto que siento.
Rezar, confiar en el Señor, vivir de la Eucaristía.........Si, eso intento y es lo que me va manteniendo. Me pregunto ¿hasta cuando podre seguir así?

Si alguien tiene alguna respuesta valida, por favor que me lo diga. Necesito ayuda.
Desde mi corazón sale como oración, el salmo 129

Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica.

Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de tí procede el perdón,
y así infundes respeto.

Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.

Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora;
porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa;
y él redimirá a Israel
de todos sus delitos. 

sábado, 15 de marzo de 2014

La muerte

La experiencia de la muerte es una de las experiencias más dolorosas que vivimos.
Frente a ella hay pocas cosas que podemos decir o hacer.
Quienes hemos perdido un ser querido, sabemos que en esos momentos las palabras no alcanzan y los "por qué" no nos llegan al corazón. Nos sentimos abandonados y la tristeza nos invade.
Es como estar frente a un abismo, y nos cuesta ver cómo seguir caminando.
Estamos como ciegos ante la vida, no podemos ver.
En esos momentos lo que nos ayuda y reconforta es la presencia de personas que nos quieren, porque lo que nos hace bien es sentirnos acompañados, sentir que tenemos
un hombro donde podemos recostarnos, donde podemos descansar.
Porque a veces las palabras sobran, Jesús simplemente camina a nuestro lado, siguiendo el ritmo de cada uno. Esa es su manera de querernos y cuidarnos: estando con nosotros en las muertes que experimentamos, muertes que también pueden ser pequeñas y cotidianas.