Frente a ella hay pocas cosas que podemos decir o hacer.
Quienes hemos perdido un ser querido, sabemos que en esos momentos las palabras no alcanzan y los "por qué" no nos llegan al corazón. Nos sentimos abandonados y la tristeza nos invade.
Es como estar frente a un abismo, y nos cuesta ver cómo seguir caminando.
Estamos como ciegos ante la vida, no podemos ver.
En esos momentos lo que nos ayuda y reconforta es la presencia de personas que nos quieren, porque lo que nos hace bien es sentirnos acompañados, sentir que tenemos
un hombro donde podemos recostarnos, donde podemos descansar.
Porque a veces las palabras sobran, Jesús simplemente camina a nuestro lado, siguiendo el ritmo de cada uno. Esa es su manera de querernos y cuidarnos: estando con nosotros en las muertes que experimentamos, muertes que también pueden ser pequeñas y cotidianas.
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